El calcio es el mineral más abundante del cuerpo humano y está involucrado en prácticamente todas las funciones biológicas y metabólicas del organismo:
- Forma parte de los huesos y dientes, junto con otros minerales.
- Está implicado en la contracción muscular y por tanto, en la función cardíaca.
- Tiene un efecto sedante sobre las células nerviosas.
- Evita el envejecimiento prematuro de las células.
- Regula la coagulación sanguínea.
- Mantiene el equilibrio del pH en el organismo.
Para que nuestro organismo aproveche al máximo y de forma correcta el calcio que ingerimos, necesita un buen aporte de vitamina K (concretamente K2) y vitamina D.
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Vitamina K
La vitamina K se encuentra en las plantas de hoja verde. Así podemos ingerir esta vitamina consumiendo vegetales verdes, algas marinas, y Natto (alimento oriental derivado de la fermentación de la soja verde).
Vitamina D
La vitamina D activa es una hormona que se forma en la piel (concretamente a partir del colesterol de la dermis), por efecto de los rayos solares, y el producto resultante se hidroxila seguidamente dos veces, una en el riñón y otra en el hígado.
Vitamina D y el sol
De aquí la importancia de tomar el sol, moderadamente, durante todo el año (pasear por el sol, en vez de por la sombra, puede ser una buena práctica a seguir con este fin) y de mantener unos correctos hábitos diarios (ingesta suficiente de agua, dieta limpia, evitar tomar tóxicos y medicamentos, etc.) para mantener en óptimas condiciones los órganos implicados en su fabricación.
Las células que forman nuestro organismo necesitan alimentarse, renovarse constantemente y eliminar residuos. Para todo ello, la sangre les aporta los nutrientes que necesitan, y retira los residuos tóxicos y ácidos que se forman en estos procesos metabólicos.
En condiciones normales, nuestro cuerpo elimina los ácidos resultantes del metabolismo a través de los riñones, el intestino, los pulmones y la piel, o bien, los neutraliza con sustancias alcalinas (sistemas tampón y bases).
El problema reside en que, en la sociedad actual, nuestro cuerpo recibe un exceso de sustancias ácidas (debido a la alimentación, los malos hábitos, y la contaminación) que no puede eliminar o neutralizar, y en consecuencia, los va depositando en los tejidos, que es donde, en principio, menos perjuicios ocasionan, puesto que el pH sanguíneo debe mantenerse estable en un rango muy pequeño de oscilación (7’35-7’45).
Si esto se mantiene en el tiempo, el organismo se acidifica y podemos tener diversos síntomas funcionales ocasionados por este proceso:
- Cansancio y fatiga. Falta de energía crónica.
- Sensaciones distérmicas y tendencia a sentir frío.
- Propensión a las infecciones y alteraciones inmunes.
- Dolores de cabeza, migrañas y neuralgias (agudas y/o crónicas).
- Alteraciones emocionales y cognitivas: irritabilidad, falta de concentración…
- Problemas digestivos, tanto agudos como crónicos.
- Alergias respiratorias (rinitis…) y cutáneas (dermatitis, eccemas…)
- Problemas articulares e inflamatorios de diversa localización.
A parte de estos síntomas, si la acidificación se mantiene durante mucho tiempo, pueden desarrollarse numerosas enfermedades como por ejemplo, la osteoporosis, el ácido úrico, y multitud de enfermedades reumáticas.
Para que el organismo funcione correctamente y haya un sistema inmunitario fuerte, es importante mantener un estado de pH equilibrado del medio interno (buscar un terreno más alcalino a nivel tisular).
El calcio y los problemas de salud
Por tanto, el problema real del estado óseo y mineral de nuestro organismo no es solo si ingerimos suficientes cantidades de calcio, sino también si el tipo de dieta que seguimos consume nuestras reservas de calcio. Y esto, como hemos apuntado anteriormente, sucede con los alimentos que acidifican nuestra sangre y en consecuencia los tejidos, como por ejemplo los azúcares simples (o refinados), el alcohol, el exceso de proteínas de origen animal, las grasas de mala calidad, los fritos, y los alimentos ricos en fósforo como los lácteos, las carnes rojas, los embutidos y los refrescos, entre otros.
Alimentos ricos en calcio
Hay que intentar consumir diariamente alimentos que no acidifiquen más nuestro metabolismo y que a su vez, son ricas fuentes de calcio como las algas, las semillas (especialmente de sésamo), las legumbres, las verduras en general, las crucíferas (particularmente la col, el brócoli) y los caldos vegetales (ricos en apio).
Pero, debido a todo lo expuesto y al frenético ritmo y estrés en que vivimos, y especialmente si se tienen síntomas o alguna enfermedad derivada de la acidez metabólica, podemos intentar paliar o minimizar estos daños suplementos, que nos ayudarán en el control del pH en el organismo y además, nos aportará gran cantidad de calcio absorbible para la regeneración de los tejidos dañados en caso de osteoporosis, dolores articulares, etc.